miércoles, 8 de enero de 2014

CONTROL DEL LECTURA Alejandro Carreño

SIN LÍMITES PARA LA INSEGURIDAD

     No se sale a las calles de Caracas sin vivir una zozobra. ¿Sera que llegare con bien a casa?, ¿Será que esta vez me cruzaré con un delincuente? Estas son dos de las interrogantes que se plantean los venezolanos, día a día, al salir de sus hogares mientras emplean medidas para protegerse.

     Por su lado, la inseguridad permanece cada día latente a la espera de una nueva víctima, una nueva forma de actuar, superándose a sí misma.

-Nada podría salir mal.

-No habrá nadie en esa casa. Entramos, nos llevamos lo que sea costoso y salimos.

     Son dos sujetos, ambos armados, decididos a entrar al apartamento de una doctora, quien debe tener mucho dinero a juzgar por sus vehículos y los lujos que se costea su familia.

     Pasados 20 minutos de las cuatro tarde, los individuos estacionan una camioneta negra en la cual se transportan fuera de la residencia de la doctora, asumiendo que  ya debe haber salido con sus hijos. Entran al edificio, toman el ascensor hasta el piso tres y llegan al inmueble de la mujer. Mientras se colocan unas capuchas para cubrir sus rostros, abren la puerta y se preparan para abordar la habitación.

     Al entrar, los hombres se dan cuenta de que el lugar no está solo y que en el recibidor hay tres niños, los hijos de la doctora.

[PILAR]
     Al igual que cada día, Pilar se despierta con el sol. Como doctora de medio tiempo y  como madre en lo que resta, Pilar sigue su infalible rutina diaria sin descuidar nunca sus labores, siempre organizada. Desde preparar el desayuno, hasta llevar a sus tres hijos al colegio, todo siempre a tiempo para llegar temprano a su consultorio médico y atender a los pacientes.

     Luego de muchas consultas, una que otra emergencia y varias tazas de café, Pilar se prepara para ir a casa, aunque al llegar, su día aún no termina. Cada tarde Pilar lleva a sus hijos a las prácticas de futbol, todo esto mientras su marido trabaja.

     Hubo mucho tráfico hoy, la autopista y algunas de las avenidas más importantes de la ciudad están colapsadas.

-¡Suerte por los que van en motos! –exclama Pilar.

     Hoy fue una jornada sobrecargada para Pilar. El doble de estrés, sumado a otros problemas con la clínica, hizo que el día fuese agotador, más allá de lo común. Pilar regresa a casa un poco más tarde de lo acostumbrado y aunque llega a las 4:00 PM, esta justo a tiempo para llevar a sus hijos a la práctica de fútbol, pero decide cancelarla debido al cansancio que tiene acumulado por todo lo ocurrido en el trabajo.

     Pilar entra a su baño  y prepara la tina para tomar una ducha para relajarse. Ya lleva 15 minutos en la bañera cuando escucha a su hijo menor llorando, no hace nada porque piensa que el hermano mayor está molestándolo, pero luego escucha un golpe tan fuerte y tal alboroto que sale rápido del baño, tanto que no alcanza a taparse con la toalla.

     Al salir, Pilar ve a sus hijos en la sala atados con cables y se queda paralizada un instante, da la vuelta y se encuentra con dos sujetos armados, no podía ver sus rostros ya que ambos llevaban capucha.

Pilar, con voz temblorosa, les dice, a los hombres que entraron en su casa, que no hay necesidad de ponerse agresivos.

- Pueden llevarse todo lo que quieran pero no nos hagan nada –dice Pilar.

-Es una pena que estuvieran en la casa pero si nos dejan trabajar en paz nadie va a salir herido –responde uno de los sujetos.

     Uno de los ladrones, apuntándola con su arma, le da una toalla a Pilar y le pide que se cubra.
– Por favor, Nadie quiere ver sus miserias.

     Pilar se sienta en el mueble y abraza a sus tres hijos mientras los delincuentes registran la casa y luego de llenar sus morrales con objetos valiosos de la familia, salieron por la puerta. Posteriormente, el video de las cámaras de seguridad del edificio registró como los sujetos abrieron todas las puertas del edificio sin problemas y se marcharon en una camioneta negra.

     Pilar afirma que la puerta no estaba golpeada ni fue forzada y que los delincuentes solo pudieron entrar si tenían la llave, lo cual era muy probable ya que ella, ocasionalmente, se las dejaba al vigilante para que las señoras de servicio pudieran entrar al apartamento a limpiar.

     Luego de las requisas y el inventario que realizaron Pilar y su esposo, sabían que faltaban tres laptops, dos teléfonos celulares y todas las joyas, pero ninguna pérdida importante ya que la doctora y sus hijos, fuera del momento amargo, estaban bien.


     Después del incidente Pilar solo piensa en mudarse del edificio, ir a una zona más segura. Antes solo temía al salir a la calle pero, por todo lo ocurrido, piensa que ni dentro de su casa puede estar segura.


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